Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima de la Redención y Santo Sepulcro del Señor. Albox (Almería)
 

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Efemérides 1979-2009 

Cuando nuestra memoria no sea mas que un sueño del pasado, cuando nuestro afán se marche con el paso del tiempo, aquí seguirá sólida y fecunda nuestra Cofradía llevada a hombros por los hombres y mujeres que creen en el amor de Dios.

La iniciativa. El año 2009, -el 1º tras el aniversario-, nos acercó a otro feliz y significado recuerdo. Apenas estrenado el año 1979, un residual grupo de cofrades de la Hermandad de Nuestro Nazareno, se reunieron en el salón parroquial de la Iglesia de Santa María, convocados por Víctor Jiménez Sanz, y dicen las actas que acordaron "levantar la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y sacar las Imágenes en  procesión, este año y sucesivos". Estas palabras, que compendian todo un sentimiento morao, han permitido, 30 años después de aquel encuentro, se que mantenga con todo su auge el espíritu con que surgieron.

Las primeras Juntas. La iniciativa estuvo apoyada por el entonces párroco de Santa María, don Antonio Rueda Moreno. De la reunión salieron los primeros responsables de hacer realidad aquella decisión, constituyéndose la primera Junta Directiva compuesta por Víctor Jiménez Sanz, Presidente Hermano Mayor; Ángel Pérez Jiménez, Vicepresidente; Ezequiel Campos Pareja, Secretario; Antonio Pérez Soto, Tesorero; y Pedro Jiménez Sanz, Andrés Pérez Soto, José Antonio García Martínez, Ventura Pete Alonso, Juan García Martínez, Juan Fernández García, Rogelio Giménez Soria  y Miguel Reche Carricondo. Con ellos, la Cofradía, recuperó su vitalidad.

Meses después, ya pasada la Semana Santa de aquel año, se recompuso la Junta Directiva que se formó con Víctor Jiménez Sanz, Presidente Hermano Mayor; Pedro Jiménez Sanz, Vicepresidente; José Antonio García Martínez, Secretario; Mario Rodríguez Gallego, Tesorero; y Rafael Armada Fernández, José García Segovia, José Gíménez Soria, Andrés Pérez Soto, Miguel Reche Carricondo y Francisco Sánchez Alfonso como Vocales.

Este grupo fue la cabeza visible que apuntaló las bases de la antigua Hermandad de Jesús, para que volviera a renacer con todo su esplendor el culto a Nuestro Señor Nazareno y a la Virgen María a través de sus Imágenes. Comenzó la que hoy se conoce como Tercera Época de la larga vida de la Hermandad.

Ambiente en alza. Poco antes de 1979 ya se había empezado a notar un cierto revulsivo en el apagado ambiente cofrade albojense que, poco a poco, se agitaba con vistas a relanzar las manifestaciones externas de la Semana Santa restableciendo las costumbres y tradiciones de los tiempos sagrados de acuerdo con las circunstancias de la época, para así "mantener la piedad de los fieles en la celebración de los misterios de la Redención Cristiana, y muy especialmente del misterio Pascual", según enseñó el Concilio Vaticano II.

Así se inició una nueva andadura, que para los cofrades moraos arrancó en 15 de enero de 1979. Otro tanto ocurrió con las demás Cofradías. Fue precisamente Víctor Jiménez Sanz quien mejor puso su empeño en ello, según testimonio de Antonio Rubio Fernández en las páginas del Boletín Nazoreo del 2004.


Los comienzos. “Los años setenta van a presenciar el resurgir de la Semana Santa albojense, decía Antonio Rubio. Son varias y contradictorias las versiones que al respecto se dan. Pero Víctor Jiménez Sanz sabe la verdad de aquellos momentos; nuestras charlas al respecto, y la inquietud que, poco a poco, fue despertando en mí. No cejaba en su empeño, en su ilusión, porque la Semana Santa albojense alcanzara mayor esplendor del que en aquel momento tenía.

 

Tanta fue su insistencia -él sabía que por tradición familiar yo era "negro"- que acepté el reto y, al socaire de uno de aquellos "ejercicios" que en casa del Mojete hacíamos, expuse la inquietud que Víctor había despertado en mí.

 

Allí nos encontrábamos Ángel Oller, que "no era de ninguna cofradía", Robustiano Trinidad, Antonio Trinidad y Juan Sánchez que se "sentían coloraos", y mi hermano Juan Pedro y yo que éramos "negros”.

 

Todos nos comprometimos, se encendió el ánimo y comenzaron las tareas. La idea era empezar de alguna manera, y la decisión fue que, tras dieciocho años, la Virgen de los Dolores procesionara por las calles de Albox.

 

Hablamos con Víctor, que nos brindó su ayuda y experiencia, y acordamos que la procesión sería junta, es decir, Paso Negro y Paso Morao.

 

Los "negros de toda la vida” fueron consultados e invitados y cada cual respondió "según su leal saber y entender", que de esto habría mucho por hablar.
 

Lo cierto y verdad es que en aquella Semana Santa del 79 -el entusiasmo es contagioso- todas las cofradías albojenses salieron en procesión”.
 

Un testigo morao. Si fiel es la cita de Antonio Rubio Fernández sobre cómo resurgió la Semana santa albojense en los pasados años setenta, -en cuyo arte y parte él tuvo mucho que ver-, otro testigo, José Antonio García Martínez, nacido a la sombra del Nazareno y del que jamás se ha despegado, cuenta que empezó como cofrade de a pie:

    Una tarde, sobre el mes de   enero, va a hacer ya veinticinco años, estaba esperando a un compañero sobre las tres y media de la tarde para ir al trabajo. En esto asoma mi vecino y amigo Víctor, y me  llama para que le echara una mano para descargar un trono ‘el del Padre Jesús, el Señor de Albox’. En ese momento empezó mi caminar en la Cofradía”.
 

El relato hecho en enero de 2004, en primera persona y con lenguaje sencillo, retrata la ilusión y el entusiasmo vivido por su autor.

Tras aquel encuentro, él mismo, narra los primeros pasos que dieron “para ver qué hacíamos, porque no teníamos nada”. De enero a abril, el mes de la Semana Santa de aquel año, había muy poco tiempo para lo que se pretendía, que era nada más y nada menos que sacar los tronos con sus imágenes en procesión. ¿Qué imágenes? “Sólo  existía en la Cofradía la Urna del Santo Entierro, en el cual yacía una imagen de un Crucificado tapado con una sabana de color morado, y Nuestro Padre Jesús ‘El Señor de Albox’, al que le íbamos a restaurar un trono”.

 

Música y maragullos. La Urna del Santo Entierro estuvo saliendo regularmente el Viernes Santo de los años anteriores entre velas de penitentes. Solo llevaban túnica los anderos y el mayordomo. Como se aspiraba a que las filas fueran con maragullos, “Se compró tela morada de raso para hacer túnicas, que hoy día las sacan nuestros sucesores, los niños”, y como había que llevar música “Se contrató, la Banda Municipal de Albox ‘la banda de Bartolo’, en la cual iban siete u ocho sobrinos míos y la banda de tambores y cornetas del grupo de exploradores de Albox dirigidos por D. Ramón Lajara”.

 

“Salimos Jueves Santo y Viernes Santo, junto con la Virgen de los Dolores y San Juan, haciendo un recorrido de los antiguos, cuando mi padre era andero, junto al Gali, Juan tomate y otros muchos que yo no recuerdo”.
 

Las primeras labores. Primero hubo que conseguir recursos económicos, y segundo buscar estandartes y enseres perdidos. Los medios económicos para sufragar gastos se obtuvieron de las rifas, de la venta de lotería y de donativos particulares, pues no era oportuno fijar cuotas. La mano de obra corría a cargo de los propios cofrades, tanto hombres como mujeres, que trabajaban desinteresadamente cada cual en su papel. Esto creó escuela, porque treinta años después se sigue con la misma pauta de actuación.

“Mucha gente ayudaba, los niños con sus nervios querían también ayudar y nosotros los dejábamos porque de ellos era el futuro de esta Cofradía”, recuerda José Antonio García que fue Secretario de la Hermandad.

También se organizó un Quinario en honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno, que empezaba el sábado anterior al Domingo de Ramos para terminar el Miércoles Santo. Era, y es, un acto de marcado carácter religioso celebrado en la iglesia, previo a los días centrales de la Semana Santa.

Manuel el gallao.

El relato de José Antonio García, tan prolijo en detalles, se acerca al momento de vestir al Nazareno. “Francisco el berneta, Víctor, Pedro el mecánico y yo junto con Manuel el gallao, aun siendo cofrade del Paso Negro, fuimos los encargados de vestir al Nazareno, con su túnica, de antes de la guerra del 36”. Manuel, más conocido por ‘el gallao’, a pesar de pertenecer a otra Cofradía, no tenía otro fervor que vestir al Nazareno. Seguía una tradición que le venía seguramente de los años 40 y 50, y de ahí que apareciera aquellos días para cumplir celosamente un rito que nunca abandonó.

Por fin llegó el Jueves Santo. Aquella noche del 12 de abril de 1979, los maragullos vistieron sus túnicas, tomaron sus velas y, con los restaurados tronos de San Juan, de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de la Virgen de los Dolores y de Cristo Crucificado, salieron en una interminable procesión que recorrió las calles y las plazas del Pueblo y de la Loma hasta bien entrada la madrugada, desafiando el inestable tiempo atmosférico.

 

Habían pasado veinte años para que volvieran a sonar los tambores, las cornetas o los clarinetes. Se empezaba a ganar el pulso a la crisis cofrade que se generó en los años 60 por el influjo del desarrollo económico que cambió a nuevos modos de vida, menos propensos a ambientes procesionales. 
 

Víctor Jiménez Sanz. El Viernes Santo de aquel año fue el 13 de abril. A las siete de la tarde salió la procesión con María Magdalena, la Oración del Huerto de los Olivos y la Virgen de las Angustias, y a las diez de la noche lo hicieron las imágenes de San Juan, la Virgen de los Dolores y el Santo Entierro de Cristo. Fue una esplendida noche de primavera.
 

El entonces Hermano Mayor recuerda el arranque procesional de 1979.

 

“El Entierro salió el Viernes Santo como siempre ha sido, con la Banda Municipal de Bartolo, y la de los Exploradores de Albox. Después de muchos años íbamos con túnicas moradas. Me sentí contento con aquella procesión” señala poniendo el acento en su satisfacción personal al verse a los pies de Cristo en el Sepulcro.

 

Al rememorar aquella época, no exenta de incertidumbre, Víctor Jiménez Sanz, con la perspectiva de los treinta años pasados, agradece los muchos favores que recibió, “En mis ratos libres me paseé por la Loma, por el Pueblo y por el Barrio Alto pidiendo de casa en casa una limosna, unas pesetas para los gastos. Sin un gesto desabrido, me abrieron puertas y monederos en todos los sitios. Que a todas esas familias el Señor les pague su generosidad”.

 

Toca renovarse. Pasado el primer impulso semanasantero del 1979, en el ambiente de "los moraos", empezó a tomar cuerpo la renovación de tronos, imágenes, cruces y estandartes.

 

Otra vez José Antonio García rescata de su memoria otra peripecia “Un día pasamos Víctor y yo por la calle Cervantes, en la cual vivo actualmente, y tocamos en la puerta de don Pedro Sánchez, hermano de la Cofradía. Nos invito a entrar en su casa y nos subió a la cámara, donde pegado en la pared tenía un dibujo espectacular y nos dijo ‘Esto tenemos que hacer para la urna del Santo Entierro’, le dijimos que estaba loco, de donde íbamos a sacar el dinero, ese proyecto valdría mucho y nosotros no podíamos realizarlo”. El dibujo era de un trono para el Sepulcro. Esa visita fue el pistoletazo de salida que sirvió para elevar el tono artístico de la Hermandad.

 

“Con más tesón que dinero encargamos la imagen de Cristo Yacente, luego su trono; más tarde la Virgen y su trono, ésta a petición de las mujeres. Además hicimos faroles, estandartes e insignias”, recuerda Víctor Jiménez Sanz al cabo de los años.

 

Levantar la Semana Santa. Pedro Jiménez Sanz, -otro ferviente morao-, confiesa, apuntando a su mujer, Encarna Navarrete, como... “la primera que empieza a darme ilusión y animarme: venga vamos a levantar la Semana Santa, para que los niños tengan vivencias y recuerdos como tú”. Lo de “levantar la Semana Santa”, se acuñó como lema y compromiso para los que tomaban parte en ese empeño.

 

Para Pedro Jiménez Sanz aquel revulsivo lo trasladaba a su niñez, cuando estaba acostumbrado a ver “a su madre, Ascensión, en los días de Semana Santa arreglando las túnicas para la procesión” y a su padre “todos los Viernes Santos con el gran respeto que acompañaba al Santo Entierro, con su mejor ropa y su vela”, dice fiel a sus recuerdos.

 

Pedro Jiménez Sanz tiene esta visión de los inicios de aquella situación:

 

 “Gracias a mi hermano Víctor y un grupo de amigos, Pepe el Hornero, Francisco “Queserías”, Rogelio Jiménez, Vicente Sanz (q.e.p.d.) Rafael Armada, Florencio Pardo, Francisco Berbel (q.e.p.d.), Ezequiel Campos, Andrés Pérez, Antonio Pérez (q.e.p.d.) Pepe “Cabalás”… llegamos hacer realidad nuestra ilusión”.

 

Las baterías. Pedro, mecánico de profesión, montó la iluminación de los tronos que preparó con todo esmero. Para evitar que las imágenes se quedasen sin luz durante la procesión, colocó en la estructura del trono varias baterías eléctricas previamente cargadas en su propio taller, de forma que si una fallaba se podía conmutar a otra a golpe de interruptor.


Del trabajo de las mujeres pone el ejemplo de la venta de papeletas para la rifa de la torta de la Candelaria que hicieron “Encarna, mi mujer, y Ani Sánchez de puerta en puerta para poder juntar más dinero”, como una de tantas formas que tuvieron de arrimar el hombro.

 

“Otro recuerdo es el primer trono que hicimos en casa de Domingo el “Partalobero”, ¡qué noches haciendo mantecados de madera! Hemos hecho cetros, estandartes -todo casero-, las mujeres y algún otro hombre cortando túnicas y cosiendo, todos hemos trabajado con sacrificio y mucha ilusión”, trae a la memoria.

 

Con estos mimbres se recuperó la calle para la Semana Santa. Pero también la Cofradía ha ido madurando en su tarea de difundir sus creencias religiosas y sus arraigos tradicionales, por una ruta que, lenta pero sin descanso, ha ido trazando.

 

La posmodernidad cofrade. Toca a las generaciones futuras cumplir el papel de las Cofradías que demanda el contexto social actual. En ello pone su acento el sacerdote y colaborador de Nazoreo don Pedro Antonio Pérez Martínez en su artículo “La Cofradía de Nuestro Padre Jesús. Proyección de futuro”, cuando escribe:

 

“Nos encontramos en medio de una sociedad descristianizada y en el contexto cultural de la posmodernidad. Entonces ¿cómo callar ante la indiferencia religiosa que lleva a muchos hombres de hoy a vivir como si Dios no existiera o a conformarse con una religión vaga, incapaz de enfrentarse con el problema de la verdad y con el deber de la coherencia?”

 

“Se impone además, a los que nos sentimos Iglesia, una revisión: ¿en qué medida los que formamos la Iglesia estamos afectados por la atmósfera de secularismo y relativismo ético? ¿Y qué parte de responsabilidad debemos reconocer, frente a la desbordante irreligiosidad, por no haber manifestado el genuino rostro de Dios, a causa de los defectos de nuestra vida religiosa, moral y social?”

 

Estos interrogantes lo pueden despejar las Cofradías mostrando sus Imágenes a la luz de la fe.

 

 “Es en esta realidad donde las Cofradías deberían presentarse como instituciones humanizadoras en una sociedad sin alma y como un baluarte frente al secularismo; fomentando la fraternidad cristiana, rompiendo el individualismo feroz del hombre de la sociedad del bienestar; y desde el amor a lo visible (las imágenes) mostrar al mundo que es posible llegar al amor a lo Invisible, quebrando las actitudes de cerrazón materialista y abriéndolas al horizonte de la trascendencia”.

 

Sirvan estas líneas como colofón de esta historia que durante 30 años ha sumergido a miles de cofrades en una Hermandad que, de la mano de Jesús Nazareno y de la Virgen María, mantiene en alza los valores cristianos que la definen.



 

Memoria escrita en la Cuaresma del 2009,

año trigésimo de la última época de la Cofradía.
 

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